jueves, 13 de diciembre de 2012

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/ EL PERFUME \

Cuando se enteró de lo grande que era el mar 
y que los barcos podían navegar días sin ver tierra,
nada le complacía tanto como imaginarse a si mismo a bordo de un barco,
encaramado a una cofa en el mástil más cercano a la proa,
surcando el agua a través del olor infinito del mar,
que en realidad no era un olor, 
si no un aliento, una exhalación, el fin de todos los olores,
y disolviéndose de placer en ese aliento.

\ EL PERFUME /


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